miércoles, 9 de junio de 2010


Por
José Antonio Casimiro*
Reflexiones de un hombre enamorado de su tierra, su agua
y su familia.
Me desilusioné de la agricultura convencional apenas comencé. Me sentí como un náufrago en una isla, sin esperanzas. La ignorancia convencional me pateaba y no me podía defender. A lo lejos, a veces, me parecía ver unas señales de humo, pero tan lejanas que semejaban nubes.
Decidí seguir caminando solo, y cuando ya estaba terminando la muralla que me aislaría totalmente, llegó un grupo de viejitos, locos como yo, que también creían que la naturaleza le ofrece al hombre en cada metro cuadrado lo inimaginable en bienes y recursos. Así llegó a mí el movimiento agroecológico; me abrió el corazón y despertó en mí una superproducción de energías que es lo que me ha hecho proponer mis observaciones, soluciones y contribuciones, para que se comprenda que Cuba tiene la posibilidad de realizar el sueño universal de la agricultura agroecológica con la familia en la finca. El único modo de vivir como rico en el campo, siendo pobre, con todo lo que digan, es viviendo con la familia en la finca agroecológica. Todo lo que falta materialmente para viajar por el mundo, pertenecer a clubes selectos, pagar seguros médicos y escuelas famosas, y para educar a los hijos, queda sobrepasado porque no lo necesita, no se enferma, no tiene que ir a ninguna parte para entretenerse, sus hijos se forman en la mejor escuela del mundo junto a sus padres, al lado de la naturaleza, y se tiene el club más selecto del mundo: pertenece a los amantes de la vida, de la familia, de lo que se puede lograr con el esfuerzo propio. La familia agroecológica en la finca se convierte en la fórmula completa para el aprovechamiento de todas las fuentes renovables de energía; no sólo todo se conserva mejor, sino que aumenta en general la capacidad productiva de cada porción de tierra.La familia, al ser generadora de lo logrado, recibe un complemento energético psicológico adicional que, a la vez que aumentan las producciones y los ingresos por lo recogido, aumenta también la posibilidad de ahorrar, por lo que no se necesita gastar en aburrimiento ciudadano. La diferencia psicológica entre en la finca de la energía convencional, con la que viene de las fuentes renovables, puede estar en que con la convencional se tiene una potencia de cien caballos en turbinas, tractores, etc., y todos los caballos son machos, no se reproducen; en la otra, la potencia es de diez yegüitas y un caballo, que se reproducen todos los años, por lo que cada vez la potencia será mayor hasta llegar a sobrar para poder compartir. No es que el trabajo durísimo en el campo embrutezca, sino que son los más brutos los que lo hacen, como norma. Esa es la paradoja. El campo necesita de los más inteligentes y son los menos los que están en él, casi que como única opción. Ese fue el mal mayor de la maquinaria agrícola y de la industrialización de la agricultura. Pusieron un poder excesivo en mentes cortas y eso llena de vanidad el alma. Así se escribió la 
historia de la degradación infinita que llegó a cada célula de la humanidad. Por todas las razones que he visto, creo que Cuba es hoy el país más indicado del planeta para comenzar la revolución madura en la agricultura. Estamos en condiciones reales de encabezar a nivel global la alfabetización agroecológica. Llevo más de una década estudiando esa posibilidad, y he creado medios y formas para proponer lo que creo. Un agricultor que vive con su familia en la finca, que comprenda en esencia lo que él más necesita (aliarse con la natural
La agroecología con la familia en la finca ofrece la posibilidad de colmar todas las fantasías, hasta las más ocultas que conminan a ser terrateniente, porque se convierte en un aireteniente, aguateniente, gravedad teniente, vidateniente, solteniente... A un gran terrateniente convencional se le va todo por alto; la familia agroecológica en pequeñas fincas es una solución humilde, revolucionaria, que lejos de desunir, une, porque ese contacto familiar con la naturaleza hace sencillos a los hombres, prácticos; puede ser una religión productiva no sólo de alegría, alimentos, sino de hombres y mujeres de gran calibre. La fórmula agroecológica de producir alimentos con la familia en la finca no necesita casi nada más que un empujón (10 %). Todo lo otro viene por ley natural. Estas fincas despiertan la necesidad de compartir, de intercambiar, de tal manera que se les viene encima un caudal energético, para beber de todo. Ese es el potencial oculto que me da fe en que se puede lograr.
eza), que opte por la agroecología profesional, comienza a crear una corriente hacia él.
José Antonio Casimiro, un campesino germinal Dos promociones televisivas homenajean a este hombre como uno de los más destacados agricultores del país * Aumentar texto * Disminuir texto * Imprimir texto René Tamayo internac@juventudrebelde.cu 11 de Mayo del 2010 21:54:25 CDT Es un hombre enorme. Su grandeza no brota de lo físico (aunque también), sino de la reciedumbre de carácter, de la firmeza ante los obstáculos, de entusiasmos que espantan cansancios, de ternuras que abrigan, de una familia que ha sabido cultivar en las virtudes de la esencialidad del ser cubano. José Antonio Casimiro González es un hombre germinal. Un hombre simiente. A la vera del kilómetro 349 de la Autopista Nacional, su finca aparece de pronto. Una piedra la señala. Es como un hito: cerca puede delinearse el paralelo imaginario que señala la mitad de Cuba. En Casimiro, la Finca del Medio y lo que ya es una célebre familia campesina de Taguasco, Sancti Spíritus, toma cuerpo y vida parte de lo mejor del acervo campesino cubano. Es un hombre culto con sólidos conocimientos técnicos, una interesante habilidad para crear ingenios mecánicos de labranza, una tremenda audacia y maestría para aplicar y generar tecnologías apropiadas; todo con un elevado compromiso hacia su país.

No hay comentarios:

Publicar un comentario